miércoles, 4 de marzo de 2009

El trabajador del mundo

Esa comunión secreta que celebran cada día el egocentrismo empresarial y la fuerza del capital dan muerte a diario a millones de trabajadores en el mundo, y con ello la fuerza productiva, la capacidad ilimitada de dar vida a un mundo muerto es aniquilada por un sistema concentrador de la riqueza.
Es entonces la comunidad solidaria de los asalariados de estas tierras el único elemento subjetivo capaz de transformar de una vez y para siempre la creciente desigualdad económica y social. Es imperiosamente necesario, una vez asumida la real conciencia del enorme valor que cada trabajador conlleva en sí mismo, poner a disposición de los fines comunes la fuerza productiva capaz de modificar en forma radical el orden del mundo.
El trabajador sintetiza la perfecta unidad con que cuenta la sociedad humana para poder desarrollarse, y ese lugar central en la vida social del que fue despojado a manos del capital empresarial debe ser recuperado para un perfecto reordenamiento del sistema. Un hombre, tan sólo un hombre, que no ha hecho más que heredar la riqueza que sus ancestros han generado no puede utilizar al capitalismo como el arma a través del cual someta a cientos o miles de trabajadores. Este orden de la cosas imperante en el mundo peca en principio por injusto, y luego por inmoral.
El trabajador debe volver a ocupar su lugar de preponderancia en la sociedad civil, debe volver a ser el actor principal de la economía y de la política. Deberá ser entonces el trabajador, productor de la riqueza de las naciones, el dueño de su destino, como así también el hacedor del destino de un país que pide a gritos la instauración de mecanismos aún más directos de democracia. Esta democracia que sangra por heridas centenarias se ha convertido en rehén de las grandes corporaciones, de los monopolios económicos, de las empresas multinacionales y de los dueños del capital en general. Estos personajes nefastos no sólo se han convertido en los dueños absolutos de los medios de producción, sino que han adquirido el señorío sobre la soberanía nacional.
El trabajador, esclavo del salario, es abusado a diario por la asimetría entre empleadores y empleados. Enormes cantidades de derechos que tan sólo conforman el sueño del asalariado, se ven vulnerados y desoídos por quienes hacen de la relación laboral su voluntad unilateral. Empresarios que, junto con la fuerza de producción, adquieren para sí la facultad de humillar a sus empleados, maltratarlos y atropellar cuanta norma jurídica intente en vano protegerlos. No existe derecho en el mundo laboral que pueda ser con razón y justicia reivindicado por quien asiste con pánico a la posibilidad real de quedar desempleado por cualquier acto que implique desobediencia.
Aún no alcanza con reconocer derechos ni conformar gremios de trabajadores. El Estado está en deuda con quienes producen las riquezas del país y es por eso que no puede hacerse esperar una efectiva intervención que implique poner punto final a la más asimétrica e injusta relación entre dos seres humanos, la relación entre empleado y empleador. Vendrán tiempos, más temprano que tarde, en los que veremos desfilar por las calles de todo el mundo a largas filas de trabajadores orgullosos por haber conseguido, al fin, hacerse dueños de su producción.

Fede

No hay comentarios: